Montpellier. La PLace de la Comédie.22.10.06




Hoy me tomé el tramway y me fui al centreville de esta ciudad tan cosmopolita. Place de la Comédie era mi destino, adonde había ido de una escapada el sábado antes de salir para Gaillac. Ya había caminado por las calles antiguas y compartido el aire de fiesta que había en la explanada. Hoy fue increíble: estaba lleno de gente, mayoritariamente jóvenes que, en grupos conversaban, caminaban o paseaban, dando un aire veraniego a la noche, otoñal sólo por el calendario. La Place es enorme, bordeada por edificios imperiales a un lado, un carrusel y la parada del tren del otro y un bulevar al fondo que termina en las modernas y famosísimas Galerías Lafayette. En las terrazas de los cafés muchísima gente tomando un aperitivo antes de volver a casa. Del lado del Teatro de Comedias un par de jóvenes tocaban ritmos españoles en la guitarra y le ponían a la atmósfera la música que faltaba. Por el otro lado, hacia donde se alinean las boutiques de los floristas, otros jóvenes ensayaban ritmos más experimentales. El ambiente re tranqui, cada uno en lo suyo. Nadie estaba a la defensiva ni protegiendo sus posesiones. Los autos quedan abiertos, como en las películas, con las ventanas bajas. Uno camina por la calle de noche y todo parece muy tranquilo.
La gente me ha resultado simpática y muy saludadora, incluso en la calle, pasa un desconocido y te dicen Bon Jour, pero en cambio en los comercios son más indiferentes. Cierran re temprano y no hay mucho esmero. En las Galerías Lafayette sólo el super estaba abierto a las 19:30. Igual a mi me da para delirar. Las comidas son una delicia: los quesos, las frutas, los fiambres, los dulces, los bizcochitos, los vinos. Todo huele bien y se presenta bien. Las uvas te miran desde su redondez de ciruela, las bananas no delatan ni una pinta negra y las hay grandes y chiquitas, los tomates brillan y están encapuchados por un caliz peludo que nunca vi en Uruguay. Una delicia. Deliro frente a las góndolas y desvarío frente a las heladeras. Con todo este exceso para los sentidos, los franceses son flacos. Nada de panzas prominentes ni figuras de trompo. Comen de todo: vino, pan, queso, mucho queso, ensaladas, plato fuerte y postre. Aun así son flacos. Son flacos y bellos y si no son bellos son elegantes. Delgados, pálidos, de ojos azules y vestidos de gris, azul o negro desmienten rotundamente el libro que había en casa y que nunca entendí, que se llamaba “Los franceses no existen”. Existen de una manera innegable, inconfundible.¿Qué pasará dentro de 10 años cuando crezcan los hijos mulatos que hoy se están gestando? No son pocos los negros que se han venido a vivir a Francia y las francesas, en una actitud tan políticamente correcta los han recibido con brazos y piernas abiertas. Muchos mulatos les depara el futuro. Sin dudas un cutis más propicio para el agujero de ozono

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