Caminata matinal.





En mis caminatas matinales veo la cara doméstica del IITA. Luego que los cientos de empleados nativos que viven en Ibadan han entrado al trabajo, salgo yo a caminar. Se ve poco movimiento y poca gente. De a ratos me alcanza una camioneta llena de muchachos que van hacia las parcelas del campo experimental. A veces van cantando. Por el camino de abajo veo trabajadores entre el cultivo de yam entutorando plantas o carpiendo. Apenas se ven entre las cañas pero cantan y los oigo sobre un fondo monótono de grillos (u otros insectos más exóticos). Al menos cinco voces de pájaros trae la brisa, que es escasa pero ayuda a renovar el sudor que ya se pega. Me apuesto a mi misma a qué altura del camino empezaré a sudar y así calculo el calor que va a hacer en el día. Me cruza una moto de escape prepotente con un par de muchachos del PPS rumbo a alguna casa a arreglar enchufes o cerraduras.
Dejo atrás el borde del campo experimental y subo por las calles entre casas y jardines. Huele a pasto cortado la mañana. El barrio parece una visión de película gringa. Agradezco la atmósfera sombría de las plantas. En todo espacio abierto se ven personas trabajando. Pequeñas siluetas con túnicas rojas o verdes con escobas, rastrillos o tijeras. Al pasto lo corta el PPS por lo que los tractores con rotativa son habituales, sobre todo ahora, cuando las lluvias hacen crecer hasta las piedras. Hoy me crucé con un peón que giraba en el tractor alrededor de una palmera. Cada vez una vuelta más amplia y así iba cubriendo el área a cortar. Y cuando no pudo agrandar más el círculo comenzó a dibujar un ocho con la palmera vecina. Se le veía la sonrisa iluminando su cara oscura. Con seguridad, algún ritmo en la cabeza le hacía bailar el tractor.
En las casas se ve gente planchando a la sombra o barriendo las veredas con escobas de rama sin mango, lo que los obliga a doblarse en ángulo recto. En Ibadan vi a una mujer barriendo en esa posición mientras su bebé dormía sobre la espalda horizontal de la madre. Cada cual en lo suyo con toda comodidad.
Todos me saludan 'morning madam y aprovechan para dejar de trabajar unos minutos. Los jardines distinguen cada casa por los rincones, el diseño de los canteros y la presencia de cada árbol. Voy reconociendo plantas y flores, más familiares que exóticas, aunque en un derroche de tamaño y color. Pero el árbol más sorprendente es el Traveller Tree, pariente del banano que se despliega por encima de los techos como un gigantesco abanico de palma.
Me cruzo con Anthony, el jardinero de casa, que de mañana pasea el perro de una vecina. Manso, de andar cansino espera que el animal husmee en cada árbol. Cero stress.

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