El lago




También hay un lago artificial de donde se saca el agua que se potabiliza y consumimos de unos 5 km de perímetro. En las dos semanas que llevo acá el lago ha cambiado de manera significativa con el comienzo de las lluvias: no sólo ha aumentado su caudal hasta el mareo sino que ha multiplicado la vida en sus orillas y en el agua y he visto bandadas de patos, teros, garzas, urracas y otros plumíferos no identificados, además de enormes peces que saltan en busca de algún insecto con menos suerte. Hay mariposas grandes y chicas, blancas y azules o rojas y negras, libélulas verdes o rojas iridiscentes, con alas transparentes o con alas con lunares negros, con antenas lisas o con pompones, hay hormigas aladas y sin alas, con escudo o de 2 centímetros de largo; hay escarabajos acorazados y mirápodos tan gruesos como un cabo de escoba. La variedad es inconmensurable para quien todos son simplemente “bichos”. Pienso que Manuel se daría una panzada con redes, frasquitos y alfileres. Es el paseo obligado del domingo de mañana. Por la orilla más alejada de las casas y pasando la represa hay un pedazo de selva recuperada muy intrincada y exuberante que puede ser recorrida por senderos abiertos. Ayer incursionamos por un tramo corto y la variedad de plantas, luces y líquenes, cantos, mantillos y reflejos, árboles, graznidos y lianas desbordan la capacidad de discriminar en tanto uno camina por una bóveda de follaje que parece contener miles de ojos invisibles.

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