Córdoba y su mezquita





Córdoba resplandece bajo el sol de agosto. Los naranjos forman lunares de sombra sobre las veredas.

El río Guadalquivir apenas visible tras las vallas de construcción no parece tener las aguas granate. Las calles empedradas nos van llevando a la Gran Mezquita. Un enorme edificio amarillo abre sus puertas a un patio en el que los canales de riego dan de beber a naranjos y olivares tan viejos como las mismas piedras que lo cubren. El edificio actual es el producto de idas y venidas entre moros y cristianos pero en el que cada vencedor conservó mucho del edificio anterior. El resultado es de un sincretismo que no se ve en América. Caminando bajo los arcos de la mezquita me preguntaba por qué los mismos españoles no fueron tan generosos con los templos incas, aztecas o mayas. En sus 23.400 metros cuadrados se puede observar gran parte de la historia de Córdoba: vestigios romanos y visigodos bajos los arcos rojos y blancos del Islam y capillas renacentistas tras portales musulmanes labrados. Todo está allí, pero junto y en armonía, como quisiera ver a los pueblos hoy.

Luego el Alcázar de los Reyes, construido como fortaleza por los romanos y cuyo destino evolucionó desde palacio del Califa, residencia real de Fernando III, cuartel general de los Reyes Católicos hasta, después de 1492, Tribunal de la Inquisición. Pero lo mejor son los jardines. Enormes piletas escalonadas con juegos de agua y caminos entre canteros dibujan arabescos con las plantas y flores. Una bruma en arcoíris de los picos de agua de las fuentes renueva el calor del mediodía.

Luego la Judería. Los balcones casi se tocan de casa a casa sobre las callecitas empedradas. La sinagoga, única existente en Andalucía, está ubicada en medio de la manzana, de afuera no se distingue del resto. Luego del puente de madera una sala más alta que amplia nos interpela. ¿Qué dicen los escritos de sus paredes? ¿Y los muros? ¿Qué historias cuentan? El piso de la planta alta donde se instalaban las mujeres ya no existe y se ven las ventanas en doble altura. Tan parecida a los árabes, a los edificios árabes. Tan hermanos, tan lejanos.

El almuerzo fue en un patio andaluz de macetas con malvones, sombra con sabor a savia y fuente cantarina.

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