El Templo de Debod. Madrid.


En el sopor de la noche subimos por la Cuesta de San Vicente, con asombro, como descubriendo: un gran jardín, un portón y sus rejas. Todo cerrado. Una calle forma un viaducto y nos pasa por arriba. Avanzamos y exploramos. A la izquierda, luego del viaducto una escalerita empinada de piedra nos lleva a un parque sobre la colina del Príncipe Pío en la que Goya inmortalizó a los que se alzaron contra la invasión napoleónica. Una hermoso parque que convoca a la gente que busca aliviar el calor.
De lo profundo de la noche surge un templo antiguo flotando en un estanque. Una luz amarillenta ilumina los tres cuerpos de piedra carcomida por los años. La luna de rodaja recorta el negro del cielo. ¿Qué es? Parece traido de otra época, es claro, pero también de otros mundos. Es el templo de Debod que el gobierno de Egipto donó a España en 1969 por haber colaborado con el traslado de los monumentos para construir la represa de Assuam.
El aire tibio de mezcla con el calor que sube de las piedras. Ni de noche hay respiro. El parque está lleno de gente, jóvenes tirados en el pasto, familias con niños, ancianos caminando. Parece un pueblo en armonía.

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