Oshogbo. Centro de arte yoruba.











A 88 km al noreste de Ibadan, y sólo dos horas de viaje, se encuentra Oshogbo, capital del estado de Osún, una pequeña ciudad, para la escala nigeriana, de 850 mil habitantes. Como todo es relativo, nos sorprendieron las calles sin baches, algún que otro cartel señalizador en la ruta e incluso maquinaria de vialidad trabajando a la entrada de la ciudad. ¡Otro mundo!
Y es otro mundo porque Oshogbo es el centro del arte nigeriano, primero de los yorubas y luego, a partir de 1960 de toda una generación de artistas locales que alcanzaron renombre internacional bajo el impulso de tres artistas europeos (Susanne Wenger, Ulli Beier y Georgina Beier) que rejuvenecieron el arte nigeriano fundando la Escuela de Oshogbo.
En busca de unas esculturas de piedra, similares a las que se ven en el bosque sagrado, recorrimos las galerías de arte de la ciudad y la propia casa de Susanne Wenger que acababa de morir en enero.
La Galería de Arte de Nike en Oshogbo, una de las cuatro que tiene en Nigeria la artista Nike Davies Okundaye, es un espacio mágico donde se encuentran pinturas que recurren a diferentes técnicas, beadworks (collages de mostacillas), teñidos, instrumentos musicales y una de las más importantes colecciones de ropa tradicional de Nigeria. Es una pequeña casa blanca de dos plantas en cuyo interior los sonidos y las luces se escabullen entre los cuadros y las telas y crean una atmósfera de otra dimensión. Luego fuimos a su casa de huéspedes en las afueras, un lugar en el que reciben a personas interesadas en el arte, donde se realizan veladas culturales y se escucha música o se disfruta de un espectáculo de danza entre los pavos reales, los venados y otros animales que hay en el jardín. Nos recibió su hija, una joven bailarina, muy agradable que nos mostró no sólo las piezas de arte que produce la escuela de su madre, de alrededor 300 estudiantes, sino también las instalaciones y el jardín de la casa. Otra burbuja como IITA. Las obras tenían precios de arte, no de artesanías, ya que algunos artistas exponen en Lagos, Londres o Nueva York. Nosotros demostramos nuestra ignorancia al discutir el precio de las obras en tanto la muchacha, sin perder la amabilidad, nos explicaba el valor del arte en este contexto.
Susanne Wenger fue una artista austríaca que llegó a Nigeria en 1960 y encontró una cultura en ruinas. Se dedicó a estudiar la cultura Yoruba, se bautizó incluso en su religión y resignificó el arte nativo creando una escuela que hasta hoy está dando artistas al mundo. En el Bosque de Oshogbo, hoy patrimonio de la humanidad, dejó su principal legado artístico. Sus esculturas están llenas de simbolismos e invocan a Osun y Obatala, dos de los principales dioses Yorubas. Su casa de tres pisos en el centro de la ciudad, se distingue por el trabajo escultórico en balcones y escalinatas y allí siguen viviendo sus discípulos quienes no se consuelan por la reciente muerte de la artista nonagenaria.

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