Toledo




En el recorrido de 70 km los grandes poetas nos acompañan. Por la manchega llanura, seca, lunar vamos rumbo a Toledo, capital de España hasta 1561. Rastrojos de cereales en líneas, líneas de labranza sobre arenas pespunteadas de calizas. El verde se delinea tímido en los bordes del camino. Olivares polvorientos que apenas levantan en gris sobre el amarillo.

Toledo es un templo del turismo y nosotros cometimos el error, de nuevo, de contratar una excursión para visitarlo. Digo error porque ya sabíamos que nos gusta otro ritmo para conocer los lugares y las cosas. Lo mejor del paseo fue que conocimos a un matrimonio de uruguayos (¡oh, casualidad!) que iban a visitar a los hijos y con los que pasamos un día muy agradable.

En no más de dos horas nos llevaron de las narices por el Toledo antiguo, caminando por un laberinto de callecitas empedradas, escalonadas, sorprendentes. Pero anduvimos como ganado de un lado para el otro disparando a troche y moche la máquina de fotos. Vimos el entierro del Conde de Orgaz de El Greco, en la Iglesia de Santo Tomé, a la que no pudimos siquiera entrar. Fuimos a ver el Tajo, foto, foto, las armaduras, foto, foto y al Monasterio de San Juan de los Reyes donde tuvimos unos minutos de paz y recogimiento. El Claustro, en dos plantas, rodea un jardín con naranjos de donde llega el sol atenuado por el verdor y los cantos gregorianos. La iglesia es de una sola nave y tiene en doble altura una delicada ornamentación en sobre y bajorrelieve que forman frisos, figuras, esculturas, ménsulas, arcos. En el altar un gran retablo plateresco del siglo XVI preside la nave. Hermoso ejemplar de arquitectura isabelina, es decir del gótico tardío, según leí.

Luego a la fábrica de damasquinado “Suárez” donde en show para turismo de escasos cinco minutos te muestran la forja y a los damasquineros labrando las alhajas. Luego compre, compre y foto foto. Y volvimos a Madrid.

Muy a la nuestra, para terminar nos fuimos al Museo del Jamón a comer con los uruguayos, como dios manda.

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