331. Otra plaga de verano

A las 10 de la mañana ya enciendo el espiral en una lucha inútil por impedir que los mosquitos se hagan un festín con mi sangre. Lucha inútil por desigual: sólo soy una simple mortal munida de insecticidas, ventiladores, palmetas y espirales contra cientos de miles de monstruos invisibles (no silenciosos) que atacan sin dar tregua. Si el viento sopla hacia mi perfil izquierdo, en minutos empiezo a sentir picotazos en el brazo derecho. Si de noche me despierto atormentada, seguramente es que el espiral se apagó. Ayer salí a leer al jardín, por supuesto acompañada de un espiral que coloqué frente a mi. Mientras me fumaba todo el humo leí unas páginas de Pérez Reverté disfrutando del fresco después de la tormenta. Al instante empecé a sentir los puntazos en la espalda. Los miserables me usaron de escudo para seguir picando.

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