332. Chimuela II o amores que muerden.

Facunda es una caniche que estuvo de visita en casa el fin de semana. Es muy señorita pero cuando descubrió a Chimuela abajo de una raíz de Eva, perdió la compostura. Se dedicó los dos días a ladrar y ladrar con el hocico casi pegado a la abertura de la caparazón. La tortuga resistía mimetizándose con una piedra pero los ladridos, que nos atormentaban a nosotros, sin dudas resonarían hasta el hartazgo dentro de su caja. Desde la casa sólo veíamos a Facunda con el hocico contra el piso y la oíamos ladrar y ladrar. De pronto lanzó un ladrido corto de dolor y llegó corriendo a acurrucarse mientras lloraba y con la mano se frotaba el hocico. La paciencia tiene un límite, pensó Chimuela.

Comentarios

  1. No sé si la mordió (¿las tortugas tienen dientes?) o le hizo pichí en la cara o la arañó, pero que algo le hizo, le hizo.

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