Blake or Abuja by night

La última noche en Abuja nos invitaron a un night club. Mmm ¿qué se podía esperar?
Era un gran predio con locales semi techados, parrilladas, pistas bailables, mesas y sillas y un escenario. Estricta seguridad al entrar: cacheo y advertencia de no sacar fotos.
La orquesta tocaba distintos ritmos de jazz con mucho sentimiento y un poco de improvisación. Buen ambiente, poca gente. Luego le siguió un muchacho ataviado como guerrero que bailó ritmos africanos con mucho estilo. La canción estaba dedicada a My Lord, of course, pero sonaba bien. Luego otros chicos más urbanos bailaron hip hop y después otro hizo malabarismos mientras bailaba. Sostenía una mesa en la boca o en la cabeza o hacía equilibrio con tres bandejas más la mesa en las manos y la cabeza. Un delirio pero asombraba.
Luego vino el plato fuerte. Una banda con un cantante con voz excepcional y 3 bailarinas que se movían, literalmente como negras. Empezaron suave, con música internacional. Me sonó a mi época de discotecas, estilo Air Supply, pero no identifiqué ninguna melodía. El muchacho tenía una voz imponente. Entonces empezó a buscar entre el público alguien que lo ayudara a cantar Just the 2 of us, we can make it , hermosa y pegadiza (remember?). Canté con el cantante en el tono exacto y luego siguió nada más ni nada menos que ¡Hotel California! Confirmaba nuevamente el poder hermanador de la música, aún entre gentes que ni se ubican en el mapa.
Después siguió el baile, también con baile del público en el escenario pero ahí no me presté, al lado de las muchachas lo mío iba a ser demasiado vergonzoso. La gente que subía a bailar le daba dinero a los músicos y el público le daba dinero a los que bailaban y a los músicos. Llovían los billetes desde el público o se los ponían en la frente a los músicos. Mucha plata por el suelo y en el escenario. Jorge bailó, por supuesto, y hasta le dieron dinero que él le regaló a las bailarinas. Y siguieron bailando y subiendo la apuesta y cambiando de ritmos y recorriendo Africa entera con la música. Al calor de la noche y a la luz de las estrellas que apenas guiñaban por detrás de los letreros de neón, todos bailaron y cantaron, algunos en su sitio, otros en el centro y otros en el escenario pero todos con mucha gracia y ritmo, así fueran viejos o gordos. Me sentí como mi hija cuando era chiquita y después de escuchar a Mercedes Sosa, exclamó: "¡ay, la música me quedó por todo el cuerpo!".
Cuando le agradecí a nuestro anfitrión que nos hubiera llevado hasta allí, me dijo: "Es que nosotros nacimos bailando".

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