196. Recapitulo

Este asunto del papa me ha conmovido y la cobertura de la prensa y las redes sociales mucho más. Y hago un mea culpa (para estar a tono) porque caí en el carrusel de versiones y desmentidos. Al rato nomás de haberlo nombrado empezaron a circular fotos de él con connotados dictadores, declaraciones de familiares de desaparecidos o detenidos que no lo tenían en buena consideración, artículos de Pagina 12 que lo denostaban y personas en éxtasis convencidas que era una señal de que "Dios es argentino". Luego vino la moderación y aparecieron declaraciones de Pérez Esquivel y de Boff dándole un voto de confianza y desmintiendo sus oscuros antecedentes. Hoy el péndulo apenas oscila y permanece la imagen del cura austero, que se llamó Francisco por su opción por los pobres. El tono emotivo lo puso la beata que le cebaba mate, a quien un periodista iluminado le preguntó:
-¿Y él que le decía?
Y la vieja, poniendo los ojos en blanco, respondió:
-¡Qué rico el mate!, me decía.
La otra que disfrutó sus 5 minutos de fama fue la novia de la secundaria, anécdota que recogí ayer y que cuando oí en "vivo y en directo" estuve tentada a borrar. Feliz, esta otra veterana se sentía un poco más cerca del cielo que sus vecinas, aunque sin dudas arrepentida de haber ignorado al "santo" que la pretendía, sin entender aquello de que un sólo acto del pasado que cambiemos cambia toda la vida, así que ni  él hubiera sido Papa ni ella hubiera salido nunca en televisión nacional.
Esto de ser vecina del pueblo elegido, como decía, me tiene conmovida.

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