181. Un remanso

Otra vez recalo por El Ateneo para levantarme el ánimo. Me desperté triste y con una sensación pegajosa de perder el tiempo o de dejar pasar la vida (que no es lo mismo, pero es igual, diría Silvio).
El Ateneo es un remanso. Desde las alfombras que se tragan las voces a los dorados, las pinturas, los balcones, todo susurra. Tomé de una mesa un libro de Haruki Murakami envuelto en un film de polietileno. Me dieron ganas de ojearlo, revisar su prosa, mirar su foto, pero el volumen estaba herméticamente cerrado. "Después del terremoto", se llamaba. Mi hijo está ahora en Japón. No creo que tenga algo que ver, pero tal vez sí; uno qué sabe cómo funciona la mente, Vagué por las estanterías de Narrativa con el libro en la mano, mirando autores, escuchando trozos de conversaciones ajenas. Buscando, en fin, un tomo de Murakami sin envolver. Al final le pregunté a un vendedor donde podría encontrar el libro sin el plástico, para leerlo. El muchacho interrumpió su charla con otra cliente sobre la novela histórica, alzó los hombros y me dijo sonriendo:
- Abrí ese, no hay problema.
Sentada en uno de los sillones, leí un par de cuentos de Murakami mientras el film de polietileno me miraba arrollado en la mesita de enfrente.
Cuando salí, ya no estaba triste.
El Ateneo es un remanso.

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