Salí

Salí buscando el sol
o aire que me golpeara la cara
y me golpeara, pero no hay aire
en la calle, sólo hay ruido y
humedad y un resplandor
que me entrecierra los ojos
de llanto, de tanto llorar
de querer morir de soledad y angustia
de algún prohibido dolor
que se confunde, con cientos de piernas
de gente que cruza la calle.

No son torsos ni rostros ni brazos
sólo piernas en colores de a dos
que cruzan
con el semáforo en rojo
como las calzas de la muchacha
que apura los últimos pasos para llegar
al cordón de la vereda y sentirse a salvo
como si quisiera correr el tiempo
y también alcanzarlo

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