148. Otoño en Madrid


Estuve doce horas en Madrid después de no haber ido por más de dos años. Seguía siendo la hermosa Madrid de la Plaza del Sol, la calle Preciados y el oso y el madroño. Incluso la Puerta de Alcalá seguía "viendo pasar el tiempo" pero todo estaba más gris. Y no era el otoño. 
Recién se levantaba la huelga que los recolectores de basura habían mantenido por cerca de un mes y todavía se acumulaba la mugre entre los faroles, canteros y zaguanes. Más silencio a las tres de la tarde y muchos locales comerciales vacíos con carteles de Se Vende o Se Alquila se alineaban por Goya o la Gran Vía.  
Almorzamos en una parrilla donde fuimos los únicos clientes del mediodía y los empleados (una ecuatoriana y un argentino) hablaban de volver a emigrar y dividían sus opiniones entre la necesidad de "empezar de nuevo" o resistir.
Luego encontré mustio a Barajas. En la retirada de Iberia los vuelos intercontinentales abandonaron la moderna T4 y nos dejaron deambulando entre una T2 deslucida y otra T1 que no luce. Escasos comercios y casi ningún restaurant. El único, de la compañía que tiene la concesión del aeropuerto, es desprolijo y con funcionarios malhumorados que hablan de huelgas, retiros y despidos mientras sin atención te cobran o te sirven un café.  
El otoño pintaba verdes, ocres y amarillos desde el Parque del Retiro pero no contagiaba a Madrid
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