122. La mirada del extranjero

Cuando estuve en Nigeria valoré de verdad a mi país. No por lo que vi, y vi escenas horribles, sino por el intercambio con tanta gente de otras partes del mundo que me contaban cómo ellos hacen las cosas, cómo las valoran y cómo las sienten. Observé también cómo se comportaban y vi a los hindúes ricos tratar muy mal a la gente de servicio, oler fuerte a los chinos, reir a carcajadas a los nigerianos frente a las peores miserias y comer a pura mano con elegancia a los etíopes. Aún en América Latina el excesivo apego a la región católica me ha alejado de aquellos más cercanos.
Ahora que Uruguay está de moda, con un presidente fuera de canon y la aprobación de varias leyes liberales, me molestan un poco las notas escritas por extranjeros que vienen de visita y creen conocernos. Algunas están bien informadas al menos, pero lo que me molesta es el asombro con que cuentan nuestra idiosincracia. En realidad no sé qué me molesta. Tal vez yo esté enojada con el ser uruguayo, con el chauvinismo que se ha acentuado con el Mundial. Me tiene cansada el criticismo al mango, el eterno desconforme, el criticón oficial, la viveza criolla, el "pobrismo" y el control social que no permite a nadie destacarse, salvo que lo haga primero en el extranjero.
Y en ese bajón que me hace ver a Montevideo más sucia que nunca, menos moderna que nunca, estos artículos que hablan de la paz en que vivimos, de lo mansos que somos, simplemente me embolan.  

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