Portugal comparte con Chile su vocación de país lineal recostado al mar. Ríos límpidos que se entregan con tranquilidad, laderas encrespadas de tejados y cielos azules y violetas que renuevan el polvo en zaguanes de calles empedradas.
Pueblo viejo, de navegantes marcados a fuego por los azulejos de los moros y el terremoto del Marquez de Pombal, tiene de entrañable aquello de los pueblos sufridos donde conviven las tradiciones pero le guiñan el ojo a la modernidad.
Avenida Montevideo en Porto. ¿No se parece a Piriápolis? |
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