Dentro de las tantas razones por las cuales soy hoy un artista, un
escritor, está la de no ser un buen orador, o por lo menos la de no sentirme
buen orador en los momentos donde siento particular interés de serlo. Cuando me
han humillado, cuando he escuchado el absurdo y la grosería y he querido refutarla, cuando he deseado defenderme o defender, he descubierto que soy muy
locuaz, extremadamente agudo y capaz de esgrimir una ironía punzante y
envidiable para responder; solamente con un defecto: la respuesta, me nace uno
o dos días después del momento en que me fue necesaria. Cuando quise hablar, sude,
tartamudee y siempre, dije sólo las partes idiotas que mi cerebro iba
procesando del suceso. Por eso, he preferido escribir estas palabras, aun
sabiendo que no me gusta leer en casos como éste, porque siento que sería más
honesto y espontaneo si fuera creando el pensamiento en la boca, al decir de
los dadaístas. Pero como advertí, mi pensamiento y mi boca tienen un puente de
comunicación averiado, lo que pienso, nunca coindice exactamente con lo que
digo. Una rivalidad más de mi personalidad. Nada que no haya podido solucionar
con el arte, escribiendo sobre todo.
Ahora bien, durante una semana, más o menos, estuve pensando cómo
presentar La Urdimbre y la trama, de Margarita. Ella me había insinuado la
posibilidad de que hablara desde dos puntos de vista, no encajados,
independientes: ser un escritor joven y ser del interior. La primera oferta la
descarté. No creo ser un escritor joven, soy un escritor de poca edad que no es
lo mismo. Habría que ver cuál de los dos, si Margarita o yo, es el más joven en
este entramado y obcecado oficio de escribir. Sí soy del interior, o del
exterior –depende cómo se entiende y quién rotula esa definición- de este país
desde una coyuntura histórico-literaria, pero más aún soy un escritor del
litoral. Un escritor del río Uruguay. Y quiero serlo. Porque así como
Montevideo se inauguró como escenario literario de los uruguayos hace solamente
algunas décadas, entre las orillas de la denominada generación crítica; así,
seremos nosotros los que inauguremos el litoral en la narrativa nacional, y
digo narrativa porque en la poesía y en la canción el río sabe ser
protagonista, basta evocar a Sampayo o Víctor Lima. Seremos nosotros, porque no
hay antecedentes previos reconocibles y reconocidos, los que delinearemos esa
cultura del Río.
Una semana pensando sin resolver nada. Hoy jueves 18 de diciembre me
tiré en la cama y encontré dos respuestas que para mí fueron reveladoras. Una:
lo voy a escribir si no quiero arrepentirme de lo que dije; dos: la
presentación de un libro no se trata de un análisis literario, ni del
desmenuzamiento de un cuerpo para pretender hallar las razones de su existencia
y justificarla. No. Presentar es poner a la vista algo para que pueda ser
examinado con detenimiento por otro. Presentar un libro no es distinto a presentar
una persona. Cuando presentamos una persona aportamos los datos meramente
necesarios y abrimos el dialogo entre dos seres, un dialogo intimo en el que
uno expone su personalidad y el otro la interpreta según sus propios juicios y
prejuicios. Pero a veces, cuando presentamos, ofrecemos una información más
subjetiva, algo que nos involucra con el sujeto presentado. Por ejemplo,
decimos: Ella es Margarita Heinzen, es Ingeniera Agrónoma. Y agregamos. Es mi
amiga.
Desde esas coordenadas es de donde pretendo presentar este libro, La
urdimbre y la Trama. Desde el subjetivismo de decir: este es un libro muy
esperado por mí. Y Margarita es una escritora muy esperada. Por qué: primero
porque es literatura. No es un ejercicio del aburrimiento ni del ocio. No es un
intento fallido. Puede ser más o menos bueno según el lector y según los
sabores y aromas que el lento leudar del tiempo vaya despertando. Pero todos
vamos a coincidir en un punto esencial: estamos ante una obra literaria con el
mérito que ese título implica. Y en esto, al menos yo, soy irreductible. Si no
hubiera sido así, yo no estaría acá. En segundo lugar, Margarita y su obra son
muy esperadas porque Paysandú necesita escritores. Hay otros departamentos, en
algunos casos demográficamente menores y no tan heroicos, menos necesitados que
éste en acumular nombres y títulos. Pongamos como ejemplo Salto o Tacuarembó,
acaso los departamentos más citados a la hora de pretender ilustrar la
literatura nacional. Paysandú, por lo menos en el ámbito literario, está muy
lejos de estar a la altura y cumplir hoy, con la cultura pujante de la que se
habla en los folletos y libros de historia y que hace referencia a un pasado,
como si fuese un maracaná que quedó demasiado lejos. Está Megget, está Carlos
Caillabet, estará en algún tiempo, eso creo, Oscar Tortorella y algún otro que
estoy olvidando citar o que todavía no conozco. Como verán, las certezas son mínimas,
pero eso no sería tan trascendente si no fuera porque las posibilidades son pocas, muy pocas. Ahora está Margarita, y
se agradece que esté, que haya surgido y amplíe nuestras posibilidades de
contribuir al enorme y preciso mapa de la historia de nuestra cultura y nuestro
tiempo, ese que solamente es capaz de contar el arte en general, y la literatura
en particular. Y vale decir que nos interesa o debería interesarnos contribuir
a ese mapa, porque es el único eficaz en describir y conservar la peripecia y
la evolución de los pueblos y revelar su alma.
La sociedad sanducera le da la espalda a sus escritores como Buenos
Aires le da la espalda al río. Por eso el Río es sólo nuestro, no por el nombre
ni porque nos hayan correspondido los atardeceres. Es nuestro porque nosotros supimos
aplaudirlo así como algunas ciudades y sus hombres supieron y saben aplaudir a
sus artistas. Nosotros no aplaudimos a nuestros escritores. Tal vez mañana, hoy
que leo estos apuntes, la sala esté repleta o por lo menos haya muchísima
gente. Y eso me alegra enormemente por Margarita, pero no puedo dejar de
recordarme y poner en evidencia que esta no es la realidad que circunda la
literatura local: sus recitales, sus presentaciones de libros. ¿Cuántos de
nosotros vamos a la librería y entre un Pablo Coelho y un Carlos Caillabet, nos
decidimos por Caillabet? ¡Ni siquiera tenemos un premio! No voy a decir por qué
sucede esto porque no me compete, porque puedo equivocarme o puedo parecer
grosero y no es mi propósito. Solo voy a decir que el motivo, es evidente, no
es estrechamente un libro de cuentos, no es aplaudir un escritor. Y creo que,
mientras eso siga siendo así, mientras les demos la espalada, seguirán y seguiremos
siendo escritores del interior. Con todo el desasosiego que eso significa. Hace
poco, uno de los responsables de Estuario editora me dijo: viste que la
literatura uruguaya está como en auge. Le respondí: no, la literatura uruguaya
no, la literatura montevideana. Y agregué: Si estoy equivocado, decime qué porcentaje
de escritores del interior publican ustedes. Solamente dos, tenían para ese
momento. Hace un año. Lo malo es que no es culpa de ellos. Por lo menos no totalmente.
Eso es, más o menos, lo que puedo decir desde mi papel de escritor
del interior, del litoral.
Está, también, si el escritor del interior escoge o no su terruño
como escenario de su obra, pero esa es una baraja que no pertenece al mazo que
hoy nos incumbe. Diré, solamente, que la obra de Margarita no huele a río, a
veces huele a interior, a lo que entendemos por interior del Uruguay. No
siempre. Eso no es ni bueno, ni malo, es una elección que no está estrictamente
ligada al concepto de escritor del interior.
Ahora voy a hacer lo que me pidieron hacer, presentar “La urdimbre y
la trama”, el esperado libro de cuentos que llega para confirmar el trabajo y
la responsabilidad que Margarita Heinzen asume como escritora.
Antes que nada, hay que decir que se trata de un libro de cuentos en
un país muy bien posicionado en Latinoamérica y con una larga tradición
cuentística. A contrapelo de lo que todos sabemos: que el cuento como la
poesía, no vende; que las editoriales se resisten a publicar libros de cuentos;
una buena porción de las obras que se publican en Uruguay son de cuentos. Y
cada escritor de cuentos de esta tierra prodigiosa de escritores, si
consideramos su tamaño y su población, sabe y conoce (o por lo menos debería)
lo que ya está hecho, lo que tenemos atrás y nos avala: Espínola (Qué lástima, Rodríguez…);
Quiroga (La gallina degollada, A la deriva…); Onetti (Bienvenido Bob, Un sueño
realizado…); Arregui (La mujer dormida…); Armonía Somers (El derrumbamiento…);
Morosoli (El viaje hacia el mar…); Levrero (La máquina de pensar en Gladys);
Felisberto Hernández (El cocodrilo, El acomodador…); por citar algunos,
solamente algunos, de los nombres y los cuentos que nos representan. Sin contar
autores más recientes como Trujillo o Delgado Aparaín.
Con ese panorama, vale decir que La urdimbre y la trama, es un bello
libro de cuentos, de una escritora capaz de esgrimir un lenguaje despojado,
seguro, eficaz para construir una estructura coherente, verosímil, una
estructura firme, sostenida por una maravillosa virtud del género, el misterio.
Un enigma pequeño, cotidiano, pero intrigante; que a veces, se nos instala en
la piel con un solo pinchazo, una palabra, una frase que nos descoloca e
instaura la maravilla. Por cierto, Margarita, no siempre nos ofrece agua y
cumple con darnos de beber. Hay cuentos que nos dejan con sed, con el
cosquilleo del misterio latiendo todavía después del final. Cada cuento de
Margarita, desde el inicio, enciende una hoguera fría, neblinosa de misterio
que hace que el lector avance por el cuento y no se detenga hasta descifrarlo.
Esa es, entre otras, la gran peripecia del cuento corto y este libro es un
conjunto de ejemplos de cómo se logra. Así dejo presentado este libro, los
invito al exhaustivo examen que merece, a disfrutarlo y darle vida. Porque un
libro no es un libro hasta no ser leído.
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