17. Entrar a las iglesias III ó Montevideo por primera vez.



            


En mi paseo de turista por Montevideo entro a la Matriz y la miro como si fuera la primera vez. A la derecha, el baptisterio de líneas clásicas y mármoles de colores podría verse en cualquier iglesia de Italia. Un coro de ángeles nos acompaña y resuena como podría sonar en cualquier iglesia de Francia. Los pisos de mosaicos con rosetones y guardas marcan el camino.  Me siento en la nave central y observo el templo. Las paredes blancas, apenas algunas marmoleadas en verde y naranja, el cielorraso despojado, las cúpulas sólo alhajadas por collares de balcones de hierro nos sumergen en una atmósfera de recogimiento, aunque transiten visitantes en forma contínua y chispeen los flashes cada tanto. El altar mayor se impone con sus paredes pintadas de un morado de adviento. En otros muros, además de arzobispos y monseñores, se señalan las tumbas de Venancio Flores, Juan Antonio Lavalleja y Rivera. La pila bautismal y el registro del bautismo de Artigas en junio de 1764, dan cuenta de una iglesia que también es un museo. 
 Si no fuera uruguaya y conociera la historia, este edificio me hablaría de un poder austero y sólido. Sin opulencia ni estridencias pero contundente. Soy uruguaya y conozco la historia. 

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