3. Aleia

Aleia nos vino a visitar con sus 3 años, de la mano del papá. Con la sonrisa en sus ojos negros y una corona de rulos, que indisciplinadamente asomaba por debajo del gorro que le ponían para protegerla del sol, en minutos, logró que la rutina de la casa comenzara a girar en torno a ella. La casa de llenó de risas y conversaciones a media lengua. Le gustaban las canciones de María Elena Walsh, así que todos volvimos a cantar las viejas letras infantiles, tanto para dormirla como para que comiera o sólo para verla reir. 
-¿Y a vos? ¿No te busta cantar? -le preguntaba a quién se retiraba del coro.
De Güey, nuestro labrador grande e inmaduro, se hizo amiga desde el principio aunque eran casi del mismo tamaño y la fuerza y la torpeza del perro dos por tres la derribaban.
"Ca-te-tón", le decía y le agarraba con sus manitos los cachetes colgantes.

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