Vivir en el Trópico (I)





Mientras observo planchar la ropa a Anthony, el jardinero, que por alguna razón también plancha, hago algunas reflexiones sobre la experiencia de vivir en el trópico viniendo de tan templadas latitudes.
Vine a Nigeria en época de lluvias, así que se pone negro el cielo, se oscurecen los contornos y se larga un chaparrón. A diferencia de lo que ocurría en México donde se podía saber la hora a la que iba a llover, acá llueve en cualquier momento. A veces es sólo un chaparrón y pasa rápido. Otras veces se instala mansita y puede seguir lloviendo toda la noche. Pero ya aprendimos que de nada sirve suspender un plan porque es posible que en media hora esté espléndido. La ventaja de esta época es que hace menos calor, aunque igual es duro y salvando las primeras horas de la mañana y luego de la caída del sol, no es muy alentador andar a la intemperie. En el mejor de los casos tal vez te sofoques y sudes, en el peor tal vez te dé un pasmo. Pero adentro de las casas se está bien. Tanto que a uno le cuesta imaginar el inmenso calor mientras mira las plantas y los animales a través de las ventanas. Bastan quince minutos afuera para desistir de cualquier plan. Ahora llueve abundantemente. Si estuviéramos en Uruguay sería lluvia para varios días. Pero acá no.
Para mi mentalidad de clima templado a lo que hay que acostumbrarse es a los tiempos de los bichos. Nada puede quedar fuera de lugar porque, o se pudre a una velocidad inquietante, o a la mañana siguiente hay un ejército de hormigas invadiendo la cocina. Y lo que no se pudre se enmohece, como el mate que nunca puedo secarlo bien y ya tiene gusto agrio. Tantos bichos hay, que hay para todo agrado y desagrado. La ropa no se cuelga en el jardín por una mosquita que pone huevos en la ropa y esos huevos, cuando larvas, te perforan la piel. O te invaden las cucarachas voladoras que entran de afuera por las rendijas de las puertas, o pasan las ardillas casi por tu ventana corriendo carreras de a dos. Hoy estuve buen rato mirando un colibrí trasladarse de una planta a otra frente a mi sin inmutarse. Para donde mires hay algo vivo que se mueve: si ves una sombra o una hoja moverse es seguro que una lagartija de cabeza naranja está trepando la pared o un sapo de piel atigrada te sorprenda en un salto o puede ser un milpiés desorientado intentando escapar del sol. O tal vez sea una flor que nace. O una rama que muere. Dicen que hay un pasto que crece 1 cm/hora, o sea que si te sentás a mirar podés verlo crecer.
Pero los peores bichos a temer son los mosquitos. Y diría que se ven menos que en Uruguay. No los he visto en bandadas zumbando. No hay mosquitos escondidos bajo las mesas, en los rincones o entre las plantas. Ni hay mosquitos en las casas que se mantienen cerradas y con mosquiteros permanentes. Pero están, como un enemigo invisible. Están, cada noche, esperando tu sangre para pasarte la malaria. Dicen que la probabilidad de tener malaria es de 1 y que los nativos pueden tener cuatro veces por año. Nosotros intentamos enfrentarlos con repelente...

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