340.Chimuela


El día que murió María Elena apareció caminando bajo el sol del mediodía. Por el medio de la calle de balastro parecía una piedra a punto de ser pisoteada por una 4x4 de estación.
Los primeros días la cobijaron las nenas chicas de la familia y aunque Manuelita era lo natural, la llamaron Chimuelo, sin saber qué quería decir esa palabra ni el sexo que tenía. Después averiguamos ambas cosas.
Luego de cinco horas de viaje adentro de una caja, la esperaba Paysandú con sus más de 40 grados.
La pusimos en el pasto y se quedó quietita. Parecía haber perdido la energía de días anteriores que desmentía la fábula de lo lentas que son las tortugas. Ahí quedó, sobre el pasto y a lo oscuro. A la mañana siguiente seguía en el mismo lugar. Y el resplandor anunciaba más calor. Jorge agarró una jarra, la llenó de agua y se la echó enterita por encima de la caparazón. Chimuela asomó la cabeza, se sacudió como agradeciendo y retomó su caminata. A buen paso, entre las plantas y pastos se detuvo a comer flores celestes del jazmín.

(*) La foto es de Alvaro Heinzen

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