Taller, “La voluntad de Dios”. Desde Nigeria En: Brecha. 24 de setiembre 2010. p. 37. Montevideo. Uruguay.





La conferencia de la escritora nigeriana Chimamanda Adichie en TED.com me recordó este artículo que escribí para Brecha y fue publicado en setiembre.

Camino por la orilla del lago del IITA[1] que desborda de agua, plantas y camalotes, pájaros y patos y pienso que la actual República de Nigeria también es una construcción de Gran Bretaña. Pero, en vez de separar pueblos hermanos como hicieron con la Provincia Oriental, acá juntaron tres países diferentes que hasta hoy no han aprendido a vivir juntos. La temporada de lluvias ha venido con fuerza y el “invierno” multiplica las bandadas de patos y teros que aumentan en número cada día.

En Nigeria hay tres etnias mayoritarias que son la Hausa (21 por ciento), la Yoruba (21por ciento) y la Igbo (20 por ciento), ubicadas al norte, suroeste y sureste del país respectivamente, entre los 250 grupos culturales que existen en los 140 millones de nigerianos. La última gran guerra secesionista fue la de Biafra en 1967, recién lograda la independencia, e inolvidable para todos los mayores de 45 que cantamos con Rada o Joan Baez y vimos las panzas infladas de los niños con hambre por primera vez por televisión. Biafra era la región de los Igbos, en el delta del Niger, donde se concentran los yacimientos petrolíferos, que constituyen el 95 por ciento de las exportaciones y el 85 por ciento de los ingresos totales del estado, e intentó independizarse del resto en una heroica resistencia que costó la vida a más de un millón de personas.

Un pájaro pasa con una cinta verde de más de un metro en el pico. Construyen los nidos como bolitas tejidas en los árboles de la orilla y los teros gritan a mi paso y me dan la espalda con la tranquilidad de que los suyos están escondidos al otro lado del camino. Esta reserva natural es casi única en el estado de Oyo pero es privada y pocos nigerianos la conocen.

Los hausa son musulmanes y provienen de los grupos nómades del norte de Africa. Fueron los primeros que iniciaron el tráfico de esclavos a través del Sahara mucho antes que llegaran los europeos. No conozco el norte pero me han dicho que es otro mundo: más ordenado y más limpio donde rige la ley islámica (sharia law).

Los yorubas son un conjunto de tribus que comparten la creencia de un origen común. En Oshogbo, en el estado de Osún, a 88 quilómetros al noreste de Ibadan se encuentra el Bosque Sagrado, lugar de origen de la nación Yoruba. Es un bosque de unas 75 hectáreas, hoy declarado patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, luego de ser recuperado por Susanne Wenger, una escultora austríaca que llegó a Nigeria en 1969. Olumare, una discípula de Wenger, que aún vive en la casa de la artista recientemente fallecida, nos cuenta que Addunni (tal era el nombre de bautismo yoruba de Wenger) no sólo realizó un trabajo de recuperación del legado cultural de los yorubas que se materializó en el bosque, sino que formó toda una generación de artistas locales que alcanzaron renombre internacional y constituyeron la Escuela de Oshogbo.

Las esculturas se encuentran diseminadas por el bosque. Algunas son enormes. A veces, una pequeña puede confundirse con una roca o con un tronco y en la penumbra o bajo la luz que se cuela entre el follaje tienen algo de Gaudí y mucho de apariciones psicodélicas. Este bosque es la morada de la diosa Osún, fundadora de la nación yoruba y cuyo espíritu vive en el río que lo bordea. Cuenta la leyenda que Osún era la esposa preferida de Shango, el dios del trueno y que las otras esposas, envidiosas, le hicieron perder los favores del marido por lo que se vio obligada a abandonar el reino de Oyo. Para hacerlo tuvo que casarse con Laroove y así juntos fundaron Oshogbo. El río y el bosque se volvieron protectores del nuevo pueblo y Osún su sacerdotisa. Para renovar las bendiciones al pueblo Yoruba cada año, el segundo viernes de agosto se celebra el Festival de Osún, en este santuario junto al río. Esta historia, recogida en el bosque sagrado explica algunas costumbres de la sociedad yoruba actual. Primero, revive el peso de las religiones tradicionales que han incorporado algunas de sus prácticas a las religiones actualmente mayoritarias. Se estima que un 10 por ciento de los nigerianos sólo practica la religión nativa, mantienen vivo el jujú (ancestro del vudú) y la medicina tradicional. He intentado averiguar sobre estas prácticas y en Abeokuta, centro del jujú de Yorubolandia, mi condición de oyibo (blanca) no me permitió llegar más allá de los puestos de plantas medicinales. En Ibadan la respuesta que me dieron fue siempre “Eso es cosa de viejos. Ahora vamos a la iglesia y leemos la Biblia.” Abiola, un sastre de edad indefinida, me cuenta que Dios es único y que trabaja muy arriba. El hace que cada niño nazca con determinado poder o talento, pero luego los espíritus que existen entre El y los hombres ayudan o impiden que uno logre ese potencial. Antes el trabajo con los espíritus lo hacían los brujos, hoy lo hacemos orando en la iglesia.

La religión tradicional acepta la poligamia y es así que la practican, en la actualidad, tanto cristianos como musulmanes. Cuenta Anthony que en su pueblo había un anciano que tenía 17 esposas, la menor de 14 años, y eran los padres quienes ofrecían sus hijas al viejo para asegurarles un futuro. Helen, una nigeriana que trabaja en el servicio doméstico para extranjeros, me dijo que la poligamia también es común en las ciudades. No tanto como antes, en la época de mi madre todos los matrimonios eran arreglados. Ahora en general nosotros nos casamos con quien queremos, pero cuando una mujer tiene 30 años y no se ha casado, está bien que se vuelva esposa de alguien.

Y esa es la otra referencia que recoge la leyenda de Osún: no existe la noción de mujer soltera. Las mujeres trabajan y estudian, sí, pero o son del padre o del marido. Un día fui a la policlínica y mi ficha médica no aparecía. La buscaron de varias formas y no aparecía porque no estaba asociada al nombre de mi esposo. Yo insistía que era mi nombre, no el de mi marido. La enfermera me miraba con ojos grandes y no me entendía. Entonces se me ocurrió decirle, En mi país mantenemos el nombre del padre toda la vida. Ella soltó el instrumental, me sonrió con cariño y contestó, ¡Qué hermoso! Yo lamenté mucho perder el nombre de mi padre cuando me casé. Y realmente lo pierden, porque cuando muere el marido el cuñado queda a cargo.

En tanto continúo mi paseo alrededor del lago esta mañana de domingo escucho algún aleluya que trae el viento por encima del bosque y que se mezcla con el chapaloteo de los peces o el grito de los pájaros. Una bandada de patos levanta vuelo cuando paso y con las patas colgando hacia atrás apenas peinan la superficie del agua. Vuelvo a escuchar los cánticos.

En Lagos e Ibadan predomina el cristianismo, si bien se pueden ver musulmanes por las calles, existe un barrio musulmán importante y las cúpulas de las mezquitas brillan al atardecer.

Esta región es bastante pacífica y los propios nigerianos señalan a Ibadan como una ciudad de buena convivencia. Pero lo que es sorprendente aquí es la proliferación de iglesias cristianas de tipo protestante, lideradas por pastores que llaman a sus fieles desde enormes carteles publicitarios en las rutas y calles. Se siente la religiosidad de la gente en cada conversación y una de las primeras preguntas que te hacen al conocerte es a qué iglesia vas. Joshua, el jardinero de la vecina, fue de los que un día tocó el timbre de mi casa para darme la bienvenida, entregarme la revista de su iglesia e invitarme al servicio. Cada domingo todas las familias se visten con sus mejores galas, toman sus Biblias y van a la iglesia. Los domingos es más dificultoso que lo habitual transitar por las calles porque está todo el mundo yendo o volviendo de la iglesia y se forman grandes aglomeraciones a la puerta de los locales. Ese día las vestimentas son más lujosas que nunca tanto en hombres como en mujeres. Hay aires de fiesta en la ciudad.

No he visto iglesias católicas, pero en cualquier lugar, si un edificio llama la atención seguramente sea una iglesia evangélica. En la ruta desde Lagos se ven enormes galpones, como invernáculos o avícolas de gran porte que son iglesias donde se da servicio a miles de personas desde el amanecer.

Parece existir una permanente presencia de lo religioso y en las charlas con los nacionales no faltan las alusiones al Señor y en las minibús de transporte colectivo y en los autos, los pegotines “Lord is my Shepherd” (El Señor es mi pastor) o “Jesus is the answer” (Jesús es la respuesta) son habituales en los parabrisas. Pero lo más curioso es el nombre de los comercios y me he propuesto anotarlos todos: Taller La voluntad de Dios; Panadería Gracias a Dios; Ora más Peluquería o Sastrería Dios sé mi testigo.

Miro a la orilla distante del lago donde se ve el perfil de la selva distribuyéndose por estratos en texturas y verdes. Pienso que es asombrosa la actitud religiosa de la gente hasta en el más simple de los actos cotidianos, lo que incluye que te pidan una coima dándole gracias al señor.


[1] Instituto Internacional de Agricultura Tropical

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