306. Problemas de alto vuelo

El avión sale de Madrid hacia el sur rumbo a Africa. Es un vuelo difícil, dicen los pilotos, porque sobre el Sahara se forman bolsones de aire caliente entre las capas frías del aire alto y muchas veces hay sobresaltos. La tripulación va alerta. De pronto, en una turbulencia, una de las azafatas aunque se esfuerza por no desdibujar la sonrisa de su cara, cae tumbada en el pasillo. Su compañera la mira, congelando en el aire el gesto de completar un vaso y sostiene la sonrisa en una mueca. La muchacha caída se arrolla en el piso. El dolor que la atraviesa se le ve en la cara. ¡Un médico!, grita la compañera. Del fondo se levanta un hombre con anteojos de carey que avanza con dificultad entre las cabezas que se asoman a cada lado de la fila. El carrito de bebidas le cierra el paso. El avión salta un par de veces más antes que el hombre alcance a la muchacha que se retuerce sobre la alfombra. Un leve quejido se le escapa de los labios. El hombre le retira los brazos con los que se aprieta el abdomen y le palpa el vientre. Hay que volver, dice. El profesionalismo de la azafata no ha sido suficiente para disimular un ataque de apendicitis.

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