"¡Qué hermosos ojos tenés!", escuché muy cerca de mi, casi en la nuca. Levanté la vista y, de curiosa, busqué alguna mujer bonita que viniera hacia mi. Volví a escuchar la voz masculina, "Me encantan tus ojos". Era para mi. Sonrío. Me han piropeado los labios, el pelo y alguna que otra parte del cuerpo menos pública, pero los ojos nunca. ¡Y mucho menos de espaldas!
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