178. Historia de taxi

Cuando uno toma un taxi queda a merced del conductor. De su humor y de sus destrezas para el oficio. A muchos les gusta conversar. Yo prefiero los que no hablan y llevan la radio prendida en algún programa potable. Detesto a los que se quejan de todo: del tiempo, de la economía del país o del tráfico, con preferencia de peatones y motos de delivery, aunque algunos odian más a los colectiveros. A veces la charla es agradable, aunque empiece por lo mal que manejan todos. El que hoy  me trajo al centro me contó que hace unos 10 años, cuando tuvo que renovar la licencia de conducir encontró que tenía $6.000 de multas, que tenía que cancelar para poder seguir trabajando."Todas eran boletas voladoras", me dijo, justificando que nunca lo habían parado los inspectores sino que lo habían filmado o se las lo habían puesto en el parabrisas por mal estacionamiento. Lo concreto es que lo mandaron al juez porque sin el "libre de deudas" no le daban la libreta. Al llegar al despacho del juez, éste estaba con otro tipo, trenzados en una pelea. El supuesto infractor no aceptaba pagar las multas y el juez iba levantando presión y la discusión, volumen. Mi taxista pensó: "Qué mala suerte, lo agarro de malhumor y no me va a perdonar ni una". Así rumiando, esperó a que el juez liquidara el asunto anterior y lo hiciera pasar. Cuando lo llamó le dijo en un tono resignado:
- Pensar que hay tipos que andan por la 9 de Julio a 92 km/h, manejando con una mano sola y con la otra totalmente afuera de la ventanilla y discuten que no hubo infracción.
Mi taxista pensó en el tipo que había estado antes que él y que había salido tan enojado y le contestó:
-Sí, la verdad que hay gente que se desubica.
El juez lo miró y a mi taxista le pareció adivinarle cierta sonrisa. El juez se inclinó, sacó una carpeta de un cajón y de adentro extrajo una foto en blanco y negro que registraba en letras blancas fecha, hora y 92km/h. En el centro de la imagen se veía claramente la cara de mi taxista manejando con una mano mientras mantenía el brazo izquierdo totalmente fuera de la ventanilla.
- ¿Usted no es uno de esos, verdad? .-le preguntó el juez.
Mi taxista tragó saliva y estiró los brazos hacia adelante cruzando las muñecas como si fueran a esposarlo.
Y nunca supo si aquel juez ya había tenido suficiente por un día, pero, sin más, le perdonó la deuda.

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