160. Las mañanas de domingo y Juana de Ibarbourou

Apenas bastó una lluvia para que el verde iluminara el jardín. Hasta los helechos en el tronco del viejo ciruelo brillan más.
Hay mañanas de domingo, sobre todo en primavera, que me siento como la amiga de Chico Carlo, es decir, la Juana niña (y ni te cuento si me pongo a mirar las manchas de humedad).

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