Esta es la cuarta novela de Mario Sarabí, un
prolífico escritor sanducero que con esta nueva obra demuestra que su voz ya se
hace reconocible entre los actuales exponentes de la literatura uruguaya.
Sarabí encuentra aquí, definitivamente, “su voz” pero además, consolida su
mundo narrativo, su universo situado en Barro Blanco, en Santa María y a
orillas del Muerto.
En particular es una novela compleja que no le
facilita nada al lector, tanto por su lenguaje, por su estructura como por los
recursos narrativos que utiliza. El lenguaje es exuberante, la prosa es
verborrágica lo que cuestiona en parte la máxima de que en literatura “menos es
más”. La calificación enumerativa a través de numerosos y complejos adjetivos
son ya un rasgo de la literatura de Sarabí. Pareciera existir una defensa por
la riqueza del idioma español, tantas veces bastardeado.
La novela presenta una elaborada estructura que
se despliega como una urdimbre de voces narrativas, ciudades e inclusos
tipografías, elementos todos que, con minucioso cuidado, van apareciendo en la
trama sin dejar nada al azar. La novela son dos historias, dos voces narrativas
que hablan en primera persona: la historia del personaje y la historia del
escritor que escribe la novela. También podemos leer como en un metamensaje la
historia de la propia novela. El escritor erigido en un hacedor de destinos, el
Innombrable”, que es dios pero hombre pero que juega con el destino de los
personajes que también dibujan el destino de sus vidas y de quienes lo rodean,
sean éstos ficticios ¿o reales?
El libro desarrolla sus historias haciendo uso
de numerosos recursos que apelan a otras ramas del arte como la pintura, el
cine, la poesía o incluso la música. Desde el comienzo aparecen guiños al
lector referidos a las otras novelas de Sarabí o a otros libros. A su vez utiliza
como recursos narrativo las reflexiones del personaje con Jeanne, la mujer de
Amadeo Modigliani, quien acabó con su vida y la de su bebé por amor al pintor.
Un capítulo está escrito como un guión cinematográfico y en varios aparecen
recursos que recuerdan los caligramas de los vanguardistas modernos de
principio del siglo XX, que, al avanzar la novela, se vuelven más significativos
hasta terminar siendo definitivos al arribar al final del libro.
Este entramado de voces narrativas, tipos,
ciudades, recursos y personajes va adentrando al lector en un universo complejo
que recoge muchas voces de la literatura latinoamericana, elementos claros de
realismo mágico, atmósferas onettianas y componentes oníricos a lo Levrero que
puestos en juego vuelven original la literatura de Mario.
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