12. Los libros


He abandonado las crónicas de los libros que leía. En parte porque he leido poco. Bue', no he leido poco, he leido pocos libros. Leer, leo siempre, todo el día. Releo pasajes de libros que me remiten a algo en lo que estoy trabajando y leo mucho en internet. Artículos periodísticos, ensayos, artículos académicos, cuentos que por algún motivo busco y los releo y estudio. También he incursionado algo más en la poesía. Más por aprender que por sentirme poeta. Sin embargo, siempre tengo más de un libro en proceso de lectura y otros en espera, de los que compro con avidez, en cuanta librería o feria se me pone a tiro. 
Algunos títulos leidos en todo este tiempo de abandono: El lector de Julio Verne y Atlas de geografía humana de Almudena Grandes, Betibú y Tuya de Claudia Piñeiro, El mentalista de Hitler de Gervasio Posadas, Poesías desacentuadas de Pablo Inella, Cántaros de sombra de Lilián Toledo, El libro de las ilusiones de Paul Auster, El hombre que amaba los perros de Leonardo Padura, De que hablo cuando hablo de correr y De qué hablo cuando hablo de escribir de Haruki Murakami, La Isla de la pasión de Laura Restrepo, 13,99 euros y El amor dura tres años de Fréderic Beigbeder, Shakespeare nunca lo hizo de Charles Bokowski, La descendencia de los malignos de Mario Sarabí, Hotel Lebac de Carlos Caillabet, Diario de golondrina y Matar al padre de Amélie Nothomb, Los perros y los lobos de Irene Némirovsky, La mujer justa de Sandor Marai, El café de la juventud perdida de Patrick Mondiano, Almas grises de Philipe Claudel. Tal vez alguno más, se me pierden los títulos, las carátulas y los autores. 
Tengo a medio leer: El inglés de Martín Bentancor, Tú que deliras de Andrés Arias, Una pica en Flandes de Daniel Chavarría, Cixi la emperatriz, de Yun Chang, Historias sin importancia de Ana Ribeiro, Amores Cimarrones de Marcia Collazo, Medias verdades de Mario Clara, Vejez de Simone de Beauvoir y posiblemente otros que anden por ahí y serán recompensados (o no) con un buen tiempo de atención.
Reviso los que tengo sin leer y encuentro gran número de libros de los compatriotas jóvenes o contemporáneos que he comprado y he dejado en un estante, como: No soñarás flores de Fernanda Trías, El hermano Mayor de Daniel Mella, Carlota podrida y Las arañas de Marte de Gustavo Espinosa, Verde y El Orden del mundo de Ramiro Sanchís, A bala, sable o desgracia de Marcia Collazo, Pensión para Animales de Pablo Silva Olazábal, Qué hacer con lo no dicho de Marisa Silva Shultze, Desde la ventanilla de Gustavo Martínez, Pueblo de mi esperanza de Carol Guilleminot. Me consuelo que al menos aporto a la edición nacional, aunque ya son demasiados y no estoy incluyendo los de la colección Lectores de la Banda Oriental, de la que fui socia unos tres años y absolutamente superada por la cantidad de libros que se acumulaban, me desafilié. Tampoco cuento libros que están hace años en la biblioteca y que nunca abrí, que no sé qué contienen. Este año, para mi cumpleaños me regalaron The Power de Naomi Alderman y una antología de Cuentos selectos de Augusto Roa Bastos y allí esperan también.
Pero esta enumeración es obligatoriamente incompleta. Me levanto del asiento y miro los estantes de la biblioteca y sigo encontrando libros sin leer como: Avenida de los Misterios de John Irving, Levantado del suelo y Manual de pintura y caligrafía de José Saramago, Hombre de marzo de Tomás de Mattos, El gaucho insufrible de Roberto Bolaño, El fuego de cada día de Octavio Paz y creo que podría seguir y seguir. 
El otro día, una muchacha jovencita, de 18 años, vino a casa y al ver mis bibliotecas me preguntó, con asombro, si yo había leído todos los libros y tuve que decirle que no.
El plan para el verano está claro, ¿no?

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