105. La cueva del Diablo

Bajando la Cuesta de Carvajal, una calle corta que es un atajo desde la Rúa Mayor hacia la de San Pablo, me encontré con la cueva. En un predio recuperado y enrejado, se abre como una boca dentro de la muralla donde, dicen, daba clases el Diablo. En la cripta de una iglesia que ya no existe, enseñaba artes oscuras a siete discípulos durante siete años, al cabo de los cuales el más aplicado quedaba a su servicio y no podía abandonarla más.  
El cuento que cuentan, es que una vez el mejor alumno no quiso aceptar su destino e intentó escapar. Durante una ausencia del maestro, se metió adentro de una tinaja. Al volver y no verlo, el Diablo empezó a buscarlo y en el desespero dejó la puerta entreabierta. El joven aprovechó la oportunidad, salió corriendo pero el diablo tras de él.  Huye uno y persigue el otro, el Diablo casi lo atrapa tanto que, de un manotazo, le arrancó su sombra. Esta historia, con carácter autobiográfico, la publicó Enrique de Villena bajo el título de “El hombre sin sombra”. Parece que también Miguel de Cervantes le dedicó unos versos.

Yo no conocía esta leyenda, pero es tan famosa que por ella en muchos países de Latinoamérica a las cuevas les dicen salamancas.  

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