“Toro, hermano, estamos de tu lado”, coreaban ayer en Tordesillas los grupos defensores de
los derechos de los animales que se movilizaron hasta esa ciudad para impedir
el torneo que se lleva a cabo hace más de 400 años. Lograron demorar la largada
del toro treinta minutos y bajo una pancarta que decía “Tordesillas, vergüenza
nacional”, se agarraron a pedradas con los vecinos que sostenían que la fiesta
es cultura, mientras otros les discutían que no es cultura sino tradición y
otro más que decía que aunque fuera cultura no tenía por qué ser buena.
La verdad es que para mí Tordesillas era
simplemente la ciudad donde se había firmado el tratado que le daba a España la
posesión de todas las tierras descubiertas al oeste de “acá”, un “acá” que los
portugueses se ocuparon de correr y correr.
Pero resulta que también es la ciudad donde
cada setiembre largan un toro en el pueblo, lo hacen llegar al campo y allí,
lanceros a pie y a caballo lo hieren hasta morir. Hay escuela de lanceros en
Tordesillas y este año, además, se celebró el I Congreso Internacional sobre el
toro de la Vega. Lo que más me sorprende es lo de Internacional.
Este año el toro se llamaba “Elegido” (¿?) y dio
digna pelea corneando a cuatro muchachos que corrían, no sé si escapando o
intentando herirlo. Finalmente el triunfador fue un muchacho de 28 años que
mostraba su lanza manchada en sangre con orgullo y que al preguntarle el
periodista cómo lo había hecho, contestó: “Sangre fría y pa’lante”. A
continuación un conductor de televisión, acotó:
“Fue una lucha de igual a igual: el toro y el
muchacho estaban empatados en el número de neuronas”.
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