189. La vida unplugged.



Sentada en la fachada norte de la posada, escucho cantar a Jaime Ross mientras el sol entibia las paredes rosadas. No hay una nube en el cielo azul y las cumbreras de los ranchos resplandecen. Los Corvinos es una casa hecha a mano con botellas y mosaicos de colores incrustados en la pared. Por esos ojos te mira y escucha el ronroneo del mar. El aire marino herrumbra los metales y abre heridas en las maderas resecas. El silencio nunca es completo. Pero a las seis de la tarde comienzan a croar las ranas y el griterío te acompaña como sonar de castañuelas. La luz amarilla y oblicua se mezcla con las plantas y despierta sonoridades de bichos invisibles.

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