186. Adios a las armas y Fiesta. Ernest Hemingway


Hemingway fue de los escritores que más me marcó. En algún período de mi vida leí mucho de él y en poco tiempo di cuenta de todo lo que estaba publicado. Luego, unos años más tarde leí Islas en el Golfo y muchos después Al romper el alba. Siempre leí rápido. A veces sentía que los diálogos eran tan escuetos que no los entendía o no entendía quién decía qué. Siempre me complicaron los diálogos en las novelas de Hemingway. Y volvía a leer y tenía que ir bastante atrás, buscando la referencia del último de los personajes que había sido identificado. Pero atrapaban. Tal vez esa misma ambigüedad, esas páginas llenas de guiones y frases cortas te ponía en la historia en primera persona.



El año pasado decidí empezar a releerlo. Con otros ojos, con otra cabeza que a mis 16. En el verano leí Fiesta, en una edición como de 1930, de páginas amarillas y ásperas. No recordaba nada. Fue como leerla por primera vez y ahí tomé conciencia de lo avanzada que había sido esa novela para la época en que fue escrita. Los jóvenes, las mujeres, el alcohol. Podría hacerla escrito hace poco, salvo que la Europa de entre guerras se delinea  en forma inconfundible.
Ahora releí Adios a las armas. Fue la tercera vez, más la película. Sin embargo tampoco me acordaba mucho de la trama en sí. Me acordaba del romance de la enfermera y el chofer de ambulancias, pero  no la psicología de los personajes, los personajes secundarios, el desarrollo de la historia. Y lo peor, es que me fui acordando del final a medida que se acercaba. 
Dos libros para disfrutar siempre.

Comentarios