Visita a Ibadán




Nigeria te rompe la cabeza primero y luego el corazón. Ibadan es una ciudad como nunca tuve la capacidad de imaginar. Cientos de miles de personas transitan a pie, en moto, en auto o en camión por estrechas calles pavimentadas de baches. Verdaderas zanjas donde cualquier auto puede perder el eje y cualquier motociclista la vida. La gente se viste de forma tradicional con hermosísimos vestidos y tocados las mujeres y pijamas coloridos los hombres. Algunas, en vez del tocado almidonado se cubren a la usanza musulmana con los velos negros bajo 35° de sol ardiente. Muchos otros, sobre todo los hombres, también se visten como occidentales. Todos son jóvenes. Muchos llevan cortes en la cara: verticales debajo de los ojos en los pómulos u horizontales a ambos lados de la nariz, una o varias cortadas, como las de los tumberos en los brazos. Me dijeron que son ritos de iniciación, pero los llevan tanto muchachas como varones.
Pero la omnipresente es la mugre: montañas de basura se acumulan a los lados de la ruta o en cualquier calle. Incluso vimos un viejo muerto abandonado. Jorge dice que vio un niño tirado muerto, ya gris por los días. Y no hay carroñeros así que se pudren de a poco o los comen las ratas.
La mugre y el desorden es la norma: las calles sólo tienen pozos y vehículos enloquecidos que se tiran por delante o frenan sin prender la luz. Es como si el Estado no existiese: no se ve estructura institucional más que en los policías que abundan en las rutas con sus armas enormes y sus gestos severos. Pareciera que los ingleses les hubieran dicho "si quieren el país, arréglense como puedan" y allí andan todos contra todos sin servicios, sin marco, sin nada. Los edificios de material existen escasamente. Los ricos viven detrás de muros y alambradas y el resto de la multitud parece habitar en un gran cantegril de tablas y chapas.¿De dónde sacan agua? ¿Dónde hacen pichí y caca? Casi siempre la respuesta es "la calle". No hay saneamiento, sólo canalones a los bordes de la calle. No hay electricidad, salvo motores generadores a nafta, uno por caseta. Omaigod! cada uno tiene su motor y cuando llegás prenden la luz porque adentro no se ve nada. Cada nigeriano vende algo y se vende todo, incluso lo que no les pertenece. Por eso encontramos más de un cartel señalando "Esta propiedad no se vende". Así como todo se vende todo se puede comprar en las calles, en las casetas, desde telas tradicionales por metro a bolsas de nylon o computadoras, televisores y cremas importadas.
Por ese chiquero de barro, polvo y basura circulan autos costosos de marcas europeas o japonesas, gente vestida con ropa cara y hablando por celular. La gente en general se ve contenta y los niños parecen bien alimentados, pero ¡entre la mugre! Nos preguntamos cómo hacen para tener los vestidos limpios, planchados y almidonados. Ellos parecen alegres y bien vestidos, pero el entorno es dantesco. Es como que el país no existiera y cada uno estuviera librado a su suerte en el medio de la selva.
Anoche leímos que Nigeria es el sexto exportador de petróleo del mundo pero no existe ni una sola refinería: exportan crudo y compran combustible. Y derrochan gasolina (el auto de Jorge rinde 4 km por litro), nylon, agua y todo lo tiran... ¡a la calle!
Fuimos a un mercado gigante que era como meterse en una favela, con unas caras más que atemorizantes que te persiguen a los gritos para venderte algo. Hasta que te acostumbrás te genera mucha desconfianza y hasta miedo.Pero tanto Jorge como Alexandra, la alemana que nos acompañó, se manejaban con familiaridad y hasta eran amigos de algunos vendedores que ya los conocían.
A mí, literalmente, me ha dado vuelta la cabeza y no logro comprender

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