Veinticinco
sultanes en 250 años. Sería fácil decir que cada uno gobernó 10, pero
algunos no duraron ni dos días.
En el
bosque de otoño se avanza por la cuesta y aletean en la humedad de la
mañana los aromas resinosos de amarillos, verdes y ocres.
La
presencia de Carlos V en el medio de La Alhambra, como un insulto a la
belleza nazarí se impone tosca con el único palacio redondo de España.
En la
Alcazaba, los restos de una pequeña ciudad dibujada en planta entre las
torres centinelas se cierra con paredes rojas. Muros de tierra y sangre.
La
torre del Cubo balconea Granada y la de la Vela vislumbra la Sierra Nevada
y la ciudad nueva.
La
torre de la Vela custodia las guardias de los campesinos para trabajar la
vega en épocas de siembras y cosechas. El tañir implacable de las campanas
de Isabel mantenía despierta a la población para cumplir con las labores.
Los
Nazaríes eran tres palacios independientes que Isabel y Fernando unieron
para vivir allí. Pero mantuvieron la ciudad y respetaron su belleza,
aunque hay rastros de su pasada camuflados en las bóvedas y las paredes.
El
patio de los arrayanes refleja el cielo y los muros en el agua quieta.
Cuatro esposas en cuatro habitaciones custodian la sala del trono. Encajes
y trasparencias también en las paredes insinúan amores e intrigas.
Fachadas
ocultas, puertas simétricas que no conducen al mismo lugar, cúpulas de
estalactitas como estrellas, pisos de mármol blanco recorridos por hilos
de agua que renuevan la vida y lavan la sangre de tantas luchas. Misterio, seducción gozo de los sentidos.
Los
doce leones custodian un patio inmaculado en el que los atrios de
filigrana adelantan sus cúpulas al centro.
La
habitación de los Albecerrojos lleva entintada la sangre de 36 varones
asesinados por el sultán celoso.Uno había seducido a su mujer. ¿Cuál?, no
sabía, así que los invitó a un banquete y fue matando a todos.
Mosaicos
de vidrios de colores en las vitrinas, palacios con baños, letrinas y
despensas. Talleres de alfarería, acueductos, huertas; la vida
transcurriendo por 700 años entre moros y cristianos. Luego los Reyes Católicos impusieron su fé.
El
Generalife, como palacio de descanso frente a La Alhambra, habilita
historias que el murmullo de los chorros de agua de la fuente esconden.El
frío se instala con las sombras del crepúsculo que recortan en el
horizonte las torres de la Alcazaba.
En el
medio de la ciudad, el palacio almohadillado del arquitecto Machuca pretendió
igualar las glorias de Carlos V al refinamiento de la cultura
milenaria. La rebelión del pueblo moro en 1568, que se negó a seguir
pagando impuestos para su construcción, lo dejó inconcluso hasta el siglo
XX.
Al caer
el sol, el frío agazapado en las piedras de los edificios y en las raíces
de los árboles asoma. Como una cuña penetra por la planta de los pies y se
mete hasta los huesos. Cuando llega a la cabeza se instala allí y desde el
interior se disipa por los poros hacia afuera contribuyendo al congelamiento
general. Los cuerpos exudan frío.
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