Entonces llegó diciembre

 Y un día, de buenas a primeras, uno se da cuenta que ya son las 8 de la noche y todavía hay luz. ¿Cuándo pasó? Si hace poco nomás, esperábamos que fueran las 8 para cenar e irnos a dormir y ahora todavía no hemos terminado la jornada laboral. Que todo se mezcla, y el trabajo se entrevera con los minutos de horno que le di a la tarta o el Excel del balance se hace mientras los nenes duermen la siesta, porque después no hay cómo. Pero más allá del revoltijo de horas y tareas, de pronto llegó diciembre y se acabó el año. Como si ese final fuera realmente un final y no solo el pasar la hoja del almanaque.

Llegó diciembre. Con su carga edulcorada de Navidad, mientras una todavía sigue tan en otra. Tan corriendo para cerrar los pendientes. Aunque este año no haya despedidas de año en el gimnasio, en el laburo o con los amigos, las voces del capitalismo se esfuerzan por mantener la ilusión de las Fiestas, los regalos, las despedidas. Y uno no puede distinguir todavía si los nenes tienen escuela, si siguen hasta febrero o si todavía faltan tres, cuatro o dos reuniones por zoom. Falta el espíritu navideño este año: creo que prefirió mantener la distancia social. 



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